Comunicar la nueva normalidad

En el fragor de la batalla contra el Coronavirus hemos comenzado a acuñar una expresión, la nueva normalidad, que describe el futuro que nos encontraremos en un escenario de desconfinamiento sin vacuna. Un mundo que, a corto o incluso medio plazo, será muy distinto al que conocemos y en el que se atisban ya unas claves para comunicar la acción empresarial.

El público interno está en el centro: Ahora más que nunca la empatía y la comunicación constante con los trabajadores son fundamentales. En un escenario lógica y tristemente plagado de ERTEs, con una abrumadora mayoría de trabajadores en teletrabajo y con la inquietud por los contagios de quienes tienen que desplazarse al tajo a diario, las empresas que conecten internamente con sus trabajadores y que transmitan externamente esa preocupación (dotación de EPIs, pluses por su esfuerzo…) son recompensadas.

En Grayling, tenemos un grupo de trabajo de comunicación interna liderado por Almudena Rodríguez Tarodo aportando consejos y extrayendo buenas prácticas al respecto, con el lema #RetoFlexiblEficiente.

La responsabilidad social es más valorada que nunca. En un entorno tan perturbador, las empresas que llevan a cabo acciones que de una u otra manera aminoran los efectos del COVID-19 son recompensadas. En primera instancia, quizá, con aportaciones de urgencia a los sanitarios o servicios de emergencia, pero, una vez frenada la curva, lo que se valora cada vez más es la modificación de la producción o de los servicios hacia el bien común.

El relato de las cuentas de resultados o de las previsiones está temporalmente desaparecido y lo que todo el mundo desea oír es el papel que cumplirá la compañía en la nueva realidad: industrias que proveen a los servicios esenciales, tecnologías que facilitan la formación y el trabajo en remoto o grandes empresas que destinan cantidades muy significativas a colaborar con las autoridades en la lucha contra la pandemia son ejemplos de ello.

Desde el punto de vista mediático, el contexto también ha cambiado radicalmente, sin ruedas de prensa ni contactos presenciales de las empresas con medios de comunicación y con una alta competencia por el espacio disponible en unos periódicos, radios y televisiones que tienen que dedicar la mayor parte de su esfuerzo y de su tiempo a la pandemia para cumplir su papel de ser el primer borrador de la Historia.

La crisis es la norma: La comunicación de crisis es mucho más habitual en el mundo azotado por el Coronavirus y sólo quienes saben trasladar un mensaje coherente, sólido y empático serán comprendidos.

Sectores que sufren profundas dificultades e incertidumbres provocadas por la actual situación, como el turismo, la hostelería o los transportes, están demostrando ser conscientes de que necesitan continuar comunicando su apuesta de futuro y hacer a la sociedad copartícipe de ese empuje.

En definitiva, esta distopía no tiene nada que ver con las perspectivas que manejábamos a principios de año, ni en lo profesional ni en lo personal, pero tenemos que poner lo mejor de nosotros mismos, también en la comunicación, para que la nueva normalidad sea una realidad habitable y humana.

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