Seis impresiones sobre la campaña electoral del 20-D

La campaña electoral de las elecciones del 20 de diciembre de 2015 ha tenido algunos aspectos que, como simple lectora y espectadora, me han llamado especialmente la atención:

1.- Tele, tele, tele, más tele por favor…

Ha sido quizá el aspecto más comentado. Si hace tan solo unos años nos parecía inaudita la imagen de Barack Obama bailando en el programa de Ellen Degeneres, en esta campaña y precampaña hemos visto a nuestros candidatos cocinando y jugando al futbolín en casa de Bertín Osborne (en el formato ‘En tu casa o en la mía’, de TVE); confesándole a María Teresa Campos sus canciones favoritas (en ‘Qué tiempo tan feliz’, de Telecinco); sometiéndose al cuestionario de los ciudadanos (en ‘La Sexta Noche’); montando en globo o descolgándose de una turbina eólica (en ‘Planeta Calleja’ de Cuatro) o dispuestos a bailar y experimentar con Pablo Motos (En ‘El Hormiguero’, también de Cuatro).

Y es que la presencia en televisión cunde -y los nuevos partidos fueron los primeros en detectarlo y aprovecharlo-: llega a una audiencia millonaria, se multiplica (para bien o para mal) a través de las redes sociales y sigue dando coletazos hasta el día siguiente en otros medios de comunicación, como prensa escrita y radio. Aunque también supone el riesgo, si el formato escogido no es el adecuado, si el político en cuestión no tiene el don de la telegenia o si puede llegar a saturar a la audiencia con la sobreexposición.

2.- Los debates como subgénero

En la primera temporada de la magnífica serie ‘Borgen’, los candidatos a primer ministro de Dinamarca debatían en un formato ágil y desconocido hasta entonces en España: formando un semicírculo, de pie y con un fondo oscuro.

 

El pasado mes de abril, en las elecciones en el Reino Unido, no fueron pocos quienes interpretaron que la realidad superaba a la ficción, al constatar similitudes en el formato propuesto por la ficción televisiva y la realización escogida por la BBC.

En España, en esta campaña y precampaña de 2015 hemos tenido debates para todos los gustos. Quizá el más parecido al de ‘Borgen’ haya sido el ‘Debate a cuatro’ de A3Media:

Muy audaz y estilizada en lo formal fue la conversación de Pablo Iglesias y Albert Rivera en ‘Salvados’, de La Sexta, si bien no se le puede considerar debate (aunque algunos hayan querido presentarlo así) por tratarse de un programa grabado y editado.

En esta campaña ha habido además dos formatos completamente nuevos por el medio del que procedían. Uno, el primer debate televisivo emitido desde un diario digital, el debate a tres en El País. Y el segundo, el propuesto por la Universidad Carlos III de Madrid al que acudieron Pablo Iglesias y Albert Rivera.

Con tanta experimentación en los formatos, no es de extrañar que el cara a cara que organiza desde 1993 la Academia de Televisión haya sido objeto de chanzas y burlas por lo encorsetado del formato y de la realización.

Independientemente de que se puedan compartir o no las críticas al debate moderado por Manuel Campo Vidal, lo cierto es que el cara a cara fue el espacio más visto del año en televisión (9.728.000 espectadores, por encima del debate a cuatro de A3Media) y que el duro enfrentamiento entre Sánchez y Rajoy ha marcado más la campaña que el innovador coloquio de Antena 3 y La Sexta. Por lo que cabe preguntarse si, como dice el clásico, «los muertos que vos matáis gozan de buena salud».

3.- Encuestas hasta en la fruta

Las encuestas son un apartado interesantísimo de la política ficción (y que me disculpen los entendidos). Un recurso que aúpa y hunde a los partidos en el imaginario popular y mediático (hemos visto ortos y ocasos de formaciones políticas provocados por los sondeos, no por las urnas).

La Ley Electoral prohíbe en España la publicación de encuestas entre el último martes de campaña y la propia jornada electoral. Una disposición absurda en una era digital y globalizada, poblada por una ciudadanía muy curiosa e interesada por la política.

Con buenas dosis de humor, el periódico ‘Electograph’ ha venido publicando estos días los precios de las frutas y hortalizas y los puestos donde se venden del mercado de Andorra…

Por ejemplo, así cotizaban frutas, verduras y agua este martes en el país vecino. Juzguen ustedes mismos las similitudes del agua, la fresa, la berenjena  y la naranja con las cuatro principales fuerzas políticas:

imagen

Con esta divertida trampa, que ha contado incluso con su propio hashtag (#disfrutalafruta), se ha puesto de manifiesto cuán obsoletas se han quedado las disposiciones de una norma que tiene 30 años para una sociedad que encara el siglo XXI con toda la información al alcance de su mano, en su teléfono móvil.

La incógnita es saber si acudiremos mañana 20 de diciembre al mercado andorrano para conocer también los precios y las israelitas antes de las 20 horas.

4.- Las mujeres votan… y los (pos)machistas también

Un total de 17.870.130 mujeres españolas estamos llamadas a las urnas mañana 20 de diciembre. Somos 1,5 millones más que los hombres y tenemos problemas específicos, fruto de la desigualdad y la primacía histórica del hombre sobre la mujer. El propio derecho al voto es históricamente reciente, como brillantemente ha expuesto Carmen Jiménez en su blog Sevilla Cinéfila, en su crítica de la película ‘Sufragistas’.

Esa mitad de la población sigue sufriendo muchos problemas por el simple hecho de ser mujer: la lacra de la violencia machista, la conciliación laboral y familiar como una obligación eminentemente femenina, la brecha salarial o la infrarrepresentación en los primeros puestos de la empresa y de la administración son solo algunos de ellos.

Por eso, sorprende que un partido político como Ciudadanos se haya descolgado en esta campaña electoral con medidas y declaraciones que, en el fondo, vienen a negar esa desigualdad que todavía pervive entre hombres y mujeres. Rechazan las cuotas, cuestionan las penas específicas por terrorismo machista… Es como si estuviéramos en un escenario de igualdad real que todavía, lamentablemente, no ha llegado.

Al hilo de estas consideraciones, me ha gustado mucho el artículo de Miguel Lorente Los machistas también votan, en eldiario.es. Quizá esos mensajes de campaña no sean errores, sino que vayan dirigidos a ese público, desgraciadamente amplio, que arruga la nariz cuando oye la palabra feminismo, que ridiculiza a las mujeres que reivindican la igualdad llamándolas «feminazis», que niega el hecho mismo de la violencia machista pese a la tozudez de los dramas y de las cifras… Un todavía hoy amplio porcentaje de la población que, como dice Lorente, también vota.

5.- Pesan más los pactos que las elecciones

Nadie puede saber muy bien lo que va a pasar mañana domingo, pero en lo que sí coincidimos, todos y todas, es que no se va a poder aclarar de inmediato quién y cómo residirá en el Palacio de la Moncloa los próximos cuatro años. En España, las mayorías absolutas han muerto -o quizá solamente estén hibernando- y tocará pactar.

Siendo eso cierto, lo es también la convención de que los partidos comiencen a plantearse pactos postelectorales, como su propio nombre indica, después de las elecciones.

Por eso resulta sorprendente que haya habido un partido, el PP, que haya insistido tanto en introducir los pactos como elemento de campaña, resucitando primero y enterrando acto seguido el fantasma de la Gran Coalición (con un off the record a los periodistas del equipo del PP rechazado inmediatamente por el PSOE y desmentido horas después por el propio Rajoy, en un episodio bastante confuso) y forzando a Ciudadanos a pronunciarse sobre su postura en el Debate de Investidura.

Y 6.- Las redes sociales: Sí, pero menos.

Por supuesto que hemos tuiteado muchísimo en esta campaña electoral. Claro que se han compartido memes. Los creativos de las agencias que trabajan para los partidos políticos han diseñado webs modernas y anuncios brillantes.

Pero las redes sociales han pasado ya de la etapa del descubrimiento a integrarse en nuestra cotidianeidad. No he detectado en esta ocasión que hayan sido decisivas, sino que ya han pasado a ser un elemento más de nuestra vida. Como un salón en el que conversamos de aquello que pasa en la calle (entiéndase por la calle las noticias de los medios de comunicación, los mitines o los debates) y no como el ágora en el que se generan los debates.

 

 

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