Actrices maduras
Carrie Fisher, actriz estadounidense de 59 años, ha estallado estos días en su cuenta de Twitter tras recibir una serie de feroces comentarios por su aspecto físico. La intérprete, que fue la Princesa Leia en las primeras películas de Star Wars, al parecer ha retomado ese papel (al igual que Harrison Ford) más de 30 años después, en Star Wars: The Force Awakens.
Vaya por delante que ni me interesa demasiado la película ni soy fan de Carrie Fisher (la recuerdo vagamente como Princesa Leia y después como secundaria en la deliciosa Cuando Harry encontró a Sally), pero leer su caso me ha hecho pensar en la invisibilidad de las mujeres cuando llegan a la madurez.
En efecto, el enfado de Carrie Fisher prácticamente coincide con la noticia de que la superestrella Jennifer Lawrence interpreta, a sus 25 añitos, a una mujer de 40 en su última película, ‘Joy’. Hollywood las prefiere jóvenes.
Con ellos, sin embargo, tiene menos reparos: Tom Cruise, a sus 53 añitos (apenas seis menos que Fisher), se juega el tipo interpretando a su ya célebre personaje de Ethan Hunt en la ¡quinta! parte de Misión Imposible y George Clooney, de 54, coquetea con jovencitas que podrían ser sus hijas en los anuncios de la marca de café que seguramente todos ustedes recuerdan.
Con algunas honrosas y gozosas excepciones, como la de la excelente Meryl Streep, es difícil ver a mujeres maduras en la pantalla. Ni sus historias interesan ni sus intérpretes perduran en nómina de los grandes estudios.
En una industria que, a distancia, parece tan feroz y exigente con el físico, no es extraño que otras, como Renée Zellweger o Meg Ryan, hayan recurrido a la cirugía estética (con resultados desiguales y también criticados con saña dentro y fuera de las redes sociales) para intentar atrapar la juventud como seguro laboral.
Todas las personas tenemos vida más allá de los 30, tenemos derecho a envejecer y el cine (como la moda, la televisión o cualquier otra industria basada en la imagen) debería tomar conciencia de esa realidad y dejar de ser un espejo deformado que no permite que las mujeres maduras se vean fielmente reflejadas con actrices de su edad y con guiones que reflejen vivencias más allá de la juventud.
Postdata: Recomiendo ver ’45 años’ y disfrutar de la espléndida madurez interpretativa de Charlotte Rampling a sus casi 70 años.