Solas

Hace escasas semanas, el conmovedor texto ‘Ayer me mataron’ sacudía las conciencias de medio mundo tras el asesinato de dos mujeres jóvenes argentinas de viaje en Ecuador. De ellas se dijo que «viajaban solas», algo que es falso, puesto que iban acompañadas la una de la otra, y francamente paternalista, ya que de esa afirmación se deduce que, sin una compañía masculina, las mujeres se encuentran desamparadas o desprotegidas.

Mi ciudad, Sevilla, es un lugar razonablemente tranquilo pero en las últimas semanas han sucedido también un terrible homicidio de una mujer y la violación de otra por parte de un sujeto reincidente. En ambos casos, en la calle: una fue atacada en un parque, la otra abordada cuando iba en bicicleta a su trabajo.

Aunque ocurridos a miles de kilómetros de distancia, estos sucesos revelan las diferencias entre hombres y mujeres en su seguridad en el espacio público. Claro que tanto unos como otras podemos ser víctimas de robos o agresiones. Pero cuando éstas tienen cariz sexual, en una abrumadora mayoría los agresores son hombres y las víctimas, mujeres.

Desde muy niñas, las mujeres aprendemos o nos enseñan a protegernos: no hablar con extraños, no responder a provocaciones, no volver solas a casa… Tenemos tan interiorizadas estas normas de conducta que solamente este tipo de sucesos ponen sobre la mesa cuán aberrante es que, en pleno siglo XXI, podamos ver cercenada nuestra libertad en plena calle.

Aunque hemos aprendido ya a llamar machista y no doméstica a la violencia que se ejerce contra las mujeres ejerciendo un determinado patrón de dominación, lo cierto es que cuando nos referimos a casos de violencia machista hablamos fundamentalmente de agresiones en el ámbito doméstico. Pero hay muchas más violencias machistas. Y una de ellas la conforman las agresiones sexuales que padecen -padecemos- las mujeres por el mero hecho de serlo. Y una sociedad en la que las mujeres solas no estemos tan seguras como los hombres no será nunca igualitaria.

Afortunadamente, los asesinatos y violaciones son hechos aislados que nos acongojan, sí. Pero estos sucesos tienen que hacernos recapacitar sobre un sistema de creencias en el que muchos hombres se consideran aún con el derecho a dirigirse -para bien o para mal- a una mujer para comentar algo sobre su aspecto físico o sus atributos; en el que las mujeres se convierten frecuentemente en meros reclamos sexuales para la publicidad, o en el que el intercambio sexual con una mujer prostituida se puede conseguir a cambio de dinero, es decir, de poder.

Este vídeo, titulado #DearDaddy, resume de forma brillante -y dramática- algunas de las desigualdades entre hombres y mujeres a lo largo de la vida. Creo que merece verse. Son cinco minutos:

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