Un señor
Supo que me iba a casar cuando llevaba poco tiempo trabajando en su equipo. Desde entonces y durante muchos meses, antes y después de casarme, me preguntaba con cierta guasa por mi matrimonio.
Es un gran conversador y le gusta argumentar y disentir. Ese afán suyo por la metáfora, poco amiga de los 140 caracteres, le dio algún dolor de cabeza. Porque, hablando de literatura, también es un lector voraz -compartimos admiración por Alice Munro-, aunque sea más conocida su afición al cine, con su mujer y sus amigos, los domingos por la tarde.
Precisamente a la salida de una sesión, en un centro comercial del extrarradio, fue la última vez que nos encontramos. Los dos acabábamos de ver la antepenúltima de Woody Allen y de eso nos limitamos a charlar.
No quise entonces preguntarle abiertamente cómo estaba. Tampoco lo he hecho ahora. Pero quiero que hoy sirvan estas líneas para decirle que siempre he pensado, pienso y pensaré que es una persona honesta. Por cierto, se llama Pepe Griñán.